LA CUESTIÓN ARMENIA

RUBÉN GIUSTINIANI
Secretario General, Parti Socialiste, Argentina

Sras. y Sres.:

Venimos a este seminario a renovar nuestro compromiso con vuestra causa y a rendir un sentido homenaje a las víctimas del genocidio del pueblo armenio.

El 25 de abril de 2001 presenté, junto a otros legisladores, un Proyecto de Resolución al cumplirse el 86º aniversario del genocidio armenio, donde recordamos el mismo por justicia y memoria. La diáspora armenia a renovado año tras año su reclamo para que la comunidad internacional reconociera el genocidio armenio y gracias a su constancia sus voces han sido escuchadas por distintos estados que han declarado su reconocimiento del genocidio armenio.

En la Argentina, mi país, con el advenimiento de la democracia, en el año 1985 el Parlamento Argentino sentó posición acerca del genocidio Armenio y solicitó a Naciones Unidas que se reconociera el mismo.

Sin embargo, la cuestión Armenia todavía es una llaga lacerante en la historia de la civilización de nuestro tiempo, a pesar de las declaraciones de reconocimiento que se han ido manifestando en el tiempo, la cuestión armenia es una asignatura pendiente de la humanidad. En la historia se registran innumerables casos de matanzas de seres humanos ocurridos en guerras, en violencias de origen étnico o religioso, en odios raciales o en luchas por el poder. Debemos bregar porque la mismos no se repitan y que permanezcan en la memoria de los pueblos para que Nunca Más vuelvan a ocurrir.

La cuestión Armenia esta indisolublemente ligada a la historia de los Derechos Humanos. La historia de los Derechos Humanos es la historia de la condición humana. Los Derechos Humanos surgen gradualmente de la luchas que el hombre realiza por su emancipación y de las transformaciones de las condiciones de vida que esas luchas producen.

Derechos Humanos, Democracia y Paz son tres elementos necesarios del mismo movimiento histórico: sin derechos humanos reconocidos y protegidos no hay democracia, sin democracia no existen las condiciones mínimas para la solución pacífica de los conflictos. El problema de fondo relativo a los derechos humanos no es hoy tanto el justificarlos o fundamentarlos como el de protegerlos. Es un problema no filosófico, sino político.

Vivimos en un mundo globalizado iniciando un nuevo siglo y dejando un siglo XX atrás sorprendente. El siglo de la revolución de la tecnología y de las comunicaciones, un mundo de una producción jamás imaginada, donde el producto bruto mundial se multiplico por quince. Un mundo mucho más rico pero un mundo mucho más injusto.

Un siglo de guerras mundiales y de totalitarismos, en que la acción humana ha matado más de 200 millones de personas. Un mundo donde nunca antes creció tanto la desigualdad entre ricos y pobres; 1300 millones de personas subsisten con menos de un dólar diario, 300 millones no tienen saneamiento y 200 millones no poseen electricidad.

El hambre es como una bomba de Hiroshina que estalla cada cuatro días, en ese breve tiempo mueren de hambre 150.000 niños en el mundo. La mayoría de los pobres son niños.

En América Latina más de 200 millones de personas viven en la pobreza absoluta y cien millones tienen un ingreso inferior a un dólar diario. Son muchos los que sufren distintas formas de discriminación. Aún hoy gran cantidad de niños son forzados a trabajar y condenados a una vida indeseable, hay millones de analfabetos, minorías marginadas, sectores impulsados a la delincuencia por sus condiciones de vida y sociedades que padecen graves problemas de seguridad.

Las terribles experiencias políticas vividas en el siglo XX, guerras, dictaduras, genocidios, han puesto en evidencia que el respeto al pluralismo, al estado de derecho y al sistema de vida democrático es el único que garantiza el progreso y el desarrollo en el marco de una convivencia civilizada y en paz.

Los armenios sobrellevan la pesadilla de haber sufrido el primer genocidio del siglo XX. No fueron un caso aislado, ni los primeros ni los últimos, como sabemos. Los armenios fueron expulsados de sus tierras y con ello padecieron una verdadera diáspora que le impidió realizarse permanentemente como Estado Nación.

Es por todo ello que recordar y movilizarse contra el genocidio de los armenios -como contra todos los genocidios- es un acto de defensa de la vida contra el crimen y sus ejecutores, para los cuales no habrá prescripción alguna, ni olvido.

Estamos viendo nacer el nuevo siglo, el siglo XXI donde este seminario que nos convoca debe ser una ocasión para reflexionar, para evaluar cuanto se ha avanzado y cuanto resta aún por hacer memoria y hacer justicia. La memoria de los pueblos y su conciencia histórica son las verdaderas raíces para un futuro de paz. La conciencia acerca del pasado, hace al presente, pero fundamentalmente, hace al futuro de las próximas generaciones. En las sociedades donde se promueve el respeto universal y la observancia de los derechos humanos y las libertades fundamentales para todos, sin distinción de raza, sexo, lenguaje o religión, la justicia imperará en ellas. Bregamos porque el reconocimiento al respeto por los derechos humanos sea obligatorio para todos los Estados y calificando a las violaciones a los mismos como incompatibles con la Carta de N.U.

El historiador Arnold Toynbee señaló que "el silencio ante los genocidios no tiene disculpa". El genocidio, hecho traumático en la historia armenia, determinó la conformación de la gran diáspora, origen de las diversas comunidades armenia de Europa y de América.

En mi país, la Argentina, miles de armenios eligieron nuestra tierra para vivir, para formar sus familias y legarnos a sus hijos su laboriosidad, su capacidad y su amor por el país en que se nace y en el que germinan todas las ricas potencialidades del hombre.

La aplicación durante más de dos décadas de políticas neo-liberales y corrupción llevo a mi país a padecer una de las crisis más profunda de toda su historia: económica, social, política e institucional. La superación de la misma solo se lograra definiendo un proyecto de nación que de respuesta a las necesidades de comida, trabajo, salud, educación y vivienda de la inmensa mayoría de los argentinos. Ojalá nosotros tengamos la perseverancia en el esfuerzo, el temple, la increíble voluntad de vivir y el inclaudicable espíritu de lucha que tuvo y tiene el pueblo armenio a lo largo de su historia, que nos permita construir una Nación independiente y solidaria en un mundo en paz.




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